El "no lugar", la Utopía,; de eso trataba el curso al que he estado asistiendo esta semana. Se ha estudiado en él el concepto desde múltiples puntos de vista ( la literatura, la historia o la antropología) y ubicándolo (veáse la paradoja del caso: ¿cómo ubicar en el tiempo y en el espacio algo que no existe por definición?) en diversas épocas y manifestaciones literarias.
Lo cierto es que obviando las intervenciones de manera individual (las ha habido más y menos acertadas) , el curso en conjunto me ha parecido interesante. Interesante por la reflexión subyacente que de forma común los conferenciantes han señalado: antropológicamente, la Utopía es algo consustancial al pensamiento humano. Es necesario para el hombre aspirar, soñar o tratar de crear un mundo utópico e idílico alternativo.
Esto es así porque psicológicamente tendemos a enfrentar nuestra realidad cruel, que nos oprime y ahoga, con la realidad ideal y soñada. O en otras palabras: enfrentamos lo que "es" a lo que "podría ser", o a lo que hubiéramos querido que "fuera".
Todo se relaciona con el viejo "topoi" de que "cualquiera tiempo pasado fue mejor" (que ya señaló Jorge Manrique, si no recuerdo mal, en sus Coplas a la muerte de su padre). De esta forma, se habla de una primitiva e imaginada EDAD DE ORO. Creo que esta idea es el substrato de la tendencia humana a aferrarnos a nuestros recuerdos y al pasado. Pero no ya a un pasado mítico de otros siglos y otros hombres, sino a nuestra infancia, adolescencia o juventud; tiempos a los que solemos mitificar colocándolos en el gran pedestal de la distancia.
Por otro lado, observamos que además de la Utopía pasada, existe también la Utopía progresista, situada en un futuro mejor. A él, al futuro, hacemos responsable de nuestra Utopía personal. En él depositamos inexorablemente nuestra felicidad, que vemos como una ganancia no alcanzable y por tanto aplazable en el tiempo.
Esto no es cosa nueva, ya se hizo en todos los tiempos. Se confió así las esperanzas de la humanidad a la Modernidad o al Progreso venidero.
De este modo, ubicando lo inubicable, el "no lugar" en el "no tiempo", conjugamos la Utopía y la Ucronía ( no olvidemos que el pasado es el tiempo evocado que ya no se puede recuperar y el futuro el tiempo aún no vivido) y el hombre pasa o trancurre por la vida, sin darse cuenta de que el TIEMPO y el LUGAR de su felicidad, es su PRESENTE y el SUELO QUE PISAN SUS PIES.
Lo cierto es que obviando las intervenciones de manera individual (las ha habido más y menos acertadas) , el curso en conjunto me ha parecido interesante. Interesante por la reflexión subyacente que de forma común los conferenciantes han señalado: antropológicamente, la Utopía es algo consustancial al pensamiento humano. Es necesario para el hombre aspirar, soñar o tratar de crear un mundo utópico e idílico alternativo.
Esto es así porque psicológicamente tendemos a enfrentar nuestra realidad cruel, que nos oprime y ahoga, con la realidad ideal y soñada. O en otras palabras: enfrentamos lo que "es" a lo que "podría ser", o a lo que hubiéramos querido que "fuera".
Todo se relaciona con el viejo "topoi" de que "cualquiera tiempo pasado fue mejor" (que ya señaló Jorge Manrique, si no recuerdo mal, en sus Coplas a la muerte de su padre). De esta forma, se habla de una primitiva e imaginada EDAD DE ORO. Creo que esta idea es el substrato de la tendencia humana a aferrarnos a nuestros recuerdos y al pasado. Pero no ya a un pasado mítico de otros siglos y otros hombres, sino a nuestra infancia, adolescencia o juventud; tiempos a los que solemos mitificar colocándolos en el gran pedestal de la distancia.
Por otro lado, observamos que además de la Utopía pasada, existe también la Utopía progresista, situada en un futuro mejor. A él, al futuro, hacemos responsable de nuestra Utopía personal. En él depositamos inexorablemente nuestra felicidad, que vemos como una ganancia no alcanzable y por tanto aplazable en el tiempo.
Esto no es cosa nueva, ya se hizo en todos los tiempos. Se confió así las esperanzas de la humanidad a la Modernidad o al Progreso venidero.
De este modo, ubicando lo inubicable, el "no lugar" en el "no tiempo", conjugamos la Utopía y la Ucronía ( no olvidemos que el pasado es el tiempo evocado que ya no se puede recuperar y el futuro el tiempo aún no vivido) y el hombre pasa o trancurre por la vida, sin darse cuenta de que el TIEMPO y el LUGAR de su felicidad, es su PRESENTE y el SUELO QUE PISAN SUS PIES.